Ya despídete de esos clientes malos que tanto daño hacen a tu negocio, muchos se quejan de sus malos clientes, pero pocos se atreven a buscar otros. El clásico “más vale malo por conocido que buenos por conocer” se convierte en un mantra que los trabajadores independientes repiten mientras son objeto de malos tratos, falta de pagos y regateos por parte de sus viejos clientes.
¿Será que es nuestro destino fatal toparnos con personas que no aprecian nuestro trabajo, esos clientes malos que exigen cosas irreales y, además, evitan a toda costa pagarnos a tiempo? La respuesta es NO, NO y mil veces NO. Nuestro futuro siempre será lo que nosotros hagamos de él, si tenemos clientes malos es porque no queremos deshacernos de ellos.
Pretextos para no despedirlos:
Tengo mala suerte con los clientes
Es muy fácil asumir el papel de víctima pasiva mientras te quejas de tus miserables clientes que piden más de lo que quieren pagar o te colman de cambios. Si siempre te tocan malos clientes revisa qué estás haciendo para atraer ese tipo de personas.
Una amiga de la preparatoria decía que le gustaban los hombres dominantes que la celaban mucho, porque según ella, eso era signo de que la amaban. Varios de sus novios fueron golpeadores.
No es cierto que te persiga la “mala suerte”, si ya te descubriste escogiendo al mismo tipo de cliente malo ¡haz algo para cambiar ese patrón! ¡YA!
Hay que educar al cliente
Por supuesto que debemos ayudar a nuestros clientes a resolver sus proyectos ampliando sus opciones, mostrándoles el alcance de nuevas técnicas y solucionando sus dudas con información clara y verídica. Sólo enseñándoles parte de la magia y evidenciando nuestros conocimientos podemos ganarnos su confianza y presentarnos como profesionales.
Sin embargo, educar al cliente jamás deberá ser sinónimo de soportar a alguien que se comporta como niño berrinchudo que sólo ve para su conveniencia. Tu tiempo debe estar enfocado a trabajar en un proyecto, no a lidiar con personas que cambian de parecer a cada rato, que son inmaduros en sus relaciones profesionales o que simplemente no confían en tus recomendaciones porque eres muy joven.
Si pasas más tiempo discutiendo con el cliente que trabajando en su proyecto perderás tiempo y dinero.
Hay que ser profesional
Muchos piensan que nunca deben dejar ir a un cliente porque hay que aguantarse, como los machos.
–¡Cómo que no voy a poder con los encargos extravagantes del cliente! ¡claro que puedo, para eso soy profesional!– y pues listo, nada es más fácil que ponernos nosotros mismos la soga al cuello.
Ser profesional no significa ser mártir, sufrir nunca será buena idea para ganar el sustento. Ser profesional es resolver, con estándares profesionales, el problema que plantea el cliente y cobrar en consecuencia.
El ejercicio profesional puede estar lleno de retos y a veces algunos aspectos pueden salirse de control, en esos casos debemos replantear los proyectos para evitar afectar nuestra salud. Eso de “trabajar toda la noche y comer cuando se pueda” es un signo claro de falta de organización.
Mi trabajo debe agradar (pensamiento de un diseñador)
A los diseñadores nos pagan, entre otras cosas, para obtener un resultado estéticamente agradable. Como los cantantes, los diseñadores amamos aplauso y la aceptación. Para nosotros no hay peor escenario que cuando un cliente nos dice “No me gusta lo que estás diseñando”. Entonces tomamos el comentario como una afrenta a nuestra honra profesional y estamos dispuestos a probarle que somos capaces de hacer cualquier cosa para agradarle. En principio, eso no está mal, pero debes tener muy claro lo que le escribiste al cliente en la cotización: si ofreciste hacer cinco propuestas, debes obtener un visto bueno después de la segunda revisión, de lo contrario estarás comenzando a perder tiempo y dinero.
Algunas personas están acostumbradas a exigir mucho más de lo que están dispuestas a pagar. Si tú cotizaste la creación de un logotipo no aceptes hacer gratis el folleto y la papelería de la empresa sólo por agradar a tu cliente. Si la empresa requiere servicios adicionales debe contar con los recursos necesarios para pagarlos.
Si tú, llevado por tu deseo de aceptación, comienzas a regalar tu trabajo, te convertirás en un patrocinador más que en un proveedor profesional. Con la desventaja de que nunca aparecerá una placa en las oficinas de tu cliente que diga
“A nuestra bien amada diseñadora, que nunca le dijo no a nada, siempre estuvo dispuesta a hacer hasta lo imposible por agradarnos y, además, JAMÁS nos cobró por todo el trabajo extra.”
Mayo del 2018
Quiéreme, por favor
Me resulta llamativo ver cómo las mujeres diseñadoras son las que más buscan agradar con su trabajo, parece que la educación tradicional ha logrado que busquen la aceptación a toda costa:
Tienes que hacer cosas agradables para que los demás te quieran.
Nunca contradigas a las personas, las harás enojar, y si se enojan ya no te querrán.
Es tu obligación servir a los demás, hazlo con tu mejor cara.
Las mujeres son multitasking y pueden atender muchos pendientes al mismo tiempo.
Aturdidas por este tipo de enseñanzas, varias diseñadoras confundirán un rechazo profesional con una declaración de abandono que las obligará a hacer “lo que sea” para mantener a sus clientes (malos) contentos.
En resumen: cada quien tiene los clientes que atrae, si no te gustan tus clientes actuales cambia tu oferta, explora nuevos nichos, investiga qué cosas está haciendo bien tu competencia, modifica la redacción de tu sitio web, trabaja en la creación de un portafolio vendedor, etc., etc. Y por favor, deja de trabajar con clientes que no te hacen feliz.
Fuente: clientesmalos.wordpress.com